martes, 13 de diciembre de 2011

EL ÚLTIMO ADIÓS

  Estimados vampiros con ustedes emitiendo, desde un humilde receptáculo de sueños que ondean a la deriva:
Radio Vampiro Internacional.

   Si un alienígena bajara de su platillo volante (que pudiera ser) y le diera por pisar nuestro país (comprensiblemente improbable) y nos preguntara qué música se hace aquí, siempre hemos pensado que le daríamos a escuchar a Enrique Morente.
En concreto, una de las mayores obras maestras del arte contemporáneo: "Omega". Esta obra de incalculable valor fue publicada por Morente y Lagartija Nick en 1996 y es una cuestión irrefutable que es el mejor disco publicado en la historia de la música contemporánea española. Obra que no sólo trasciende cualquier género musical sino que retorna a los mayores creadores líricos del siglo XX (Lorca y Cohen) pasado por el filtro y la génesis de un visionario de los nuevos caminos, las nuevas estructuras que, sin duda, debe adoptar la nueva música si quiere ser considerada arte, y no una archiconocida, y recurrente, copia lineal de productos sonoros.
   Enrique Morente, el joven obrero analfabeto que soñó con ser poeta del cante. El esfuerzo autodidacta le llevó a manejar con soltura toda la historia de la poesía española y le convirtió en el mayor maestro y divulgador musical de los San Juan de Cruz, León Felipe, Miguel Hernández, Machado, Alberti, Lorca...  en la voz de los poetas muertos.
Su dominio sobre el flamenco clásico era absoluto, clavando los cantes, rescatando palos en desuso; pero mayor aún era su capacidad para encontrar la regeneración de lo ortodoxamente engangrenado en un monolítico aplauso autocomplaciente. Aunando lo mejor de lo clásico y la vanguardia musical, lo añejo con lo tecnológico, por muchos fue incomprendido, vilipendiado y expulsado de los céreos cánones flamencos. 
A pesar de sus casi 70 años seguía siendo un joven soñador, con muchas ganas de vivir, juerguista (sus conciertos duraban, practicamente, hasta que la organización cortaba la luz), inquieto, absorbente de la vanguardia y un auténtico modelo de apertura a otros mundos y generaciones.
Bromeaba, medio en serio, diciendo que le hubiera gustado ser un roquero y por ello compartió escenario, y creación, con varios de los grupos más vanguardistas del rock: Los Planetas, Lagartija Nick, Sonic Youth. Seguía soñando con abrir con su música el camino hacia un mundo nuevo, libre de fusiles y veneno, de recalcitrantes momias asesinas.
Idealista, humanista: sólo un hombre en la tierra era capaz de que su voz, su música, fuera una especie de conexión transcendente con el trance tribal de los hombres primigenios. Sus conciertos eran auténticas experiencias místicas, misas solemnes, cuyo sonido envolvente, de ultratumba, extendía el alma hacia lo más sublime del espacio etéreo.

Hoy hace un año se marchó, sin pedir permiso, el mayor artista de la música contemporánea española; y muchos no se han dado ni cuenta.
Su voz nunca más vibrará desde el Albaicín hasta el Paseo de los Tristes, pero en el sueño aún queda la esperanza de que los alienígenas le abdujeran y su voz se encontrara con las estrellas que guían el devenir de las personas que viven la pureza del arte.