viernes, 11 de noviembre de 2011

CON TODA PALABRA

    Estimados vampiros, bienvenidos al abismo de la radio sesgada por el amor a la música. La radio consciente de que es el amor el que hace que suenen las músicas, esas que provocan que cielo y tierra se fundan en un inmenso todo maravilloso de sensaciones encontradas, en un imperceptible horizonte, tan puro: que duele.    
Con ustedes, un día más:
RADIO  VAMPIRO  INTERNACIONAL.

   A pesar de nacer norteamericana, su madre le puso el nombre de la capital de Tibet por sus bellos ojos rasgados. Al contrario de buena parte de sus paisanos, Lhasa, era una ciudadana del mundo. El cual recorrió, desde bien chiquita, como una auténtica trotamundos soñando en una caravana. Por ello sus versos fluían naturales, y precisos, tanto en inglés, francés, como en español. Palabras exactas que brotaban arropadas por una música serpenteante, hipnótica.
   La mujer de la sutileza artesana, que no infringía las normas modernas de producción sino que las ignoraba. A pesar de cancelar a la mitad su gira de 2009 por problemas de salud, nuestra inocencia nunca sospechó que estaba ardiendo de cancer. Su enorme valentía le hizo salir a recorrer, como cuando niña, medio mundo, hasta que el bicho dijo basta y apenas le dejó asomar la cabeza hasta el primer día de 2010.
Nosotros que creímos que a sus 37 años, tras la pérdida de Mercedes Sosa, era la nueva voz de Hispanoamérica. Demasiado pronto.
(Si)Acaso, nos puede quedar un pequeño consuelo: al igual que nosotros aprendimos a saborear la música, y su sentido, gracias a ella. Ella paladeó cada minuto, cada segundo (deleitosa) su vida.
Pero lo cierto, es que el destello minucioso de la música ahora es una estrella apagada.
La mujer de corazón profundo dejó el nuestro vacío, pero lleno de tragedia.
Devolvió a la palabra su significado, y como nosotras, Lhasa, era amante de la música triste. Cantora: que bebía del blues, del folk, del klezmer, de Violeta Parra, de Victor Jara, de Mercedes Sosa...
Amante de la música cuyo único optimismo es la (pequeña) certeza que (una) supone (es) estar viva.
Como las grandes poetas, sabía que el único poder debe residir en la palabra.
Y, hoy, el escalofrío manda. Hoy, que sabemos que si mueren las poetas nadie susurra al oido de los muchachos.
Que sabemos que no es justicia lo que prestan los dioses.
Hoy, que si miras al cielo: ya no hay lluvia.
Hoy, que las palabras verdaderas son las lágrimas de los que no pudieron llorar.
Y en vez de llorar, hablaron:
Con toda palabra.



                                                   


                                         



 


2 comentarios:

  1. Lhasa, los ecos de su poesía seguirán resonando en nuestros martillos, yunkes, estribos y caracoles de nuestro oido mas interno, que disfruten nuestras trompas de eustaquio con esta musa y que nuestro aparato fonador no deje de repicar sus notas claves.
    Salud

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