sábado, 26 de marzo de 2011

EL CANDIL

 Estimados vampiros, con ustedes Radio Vampiro Internacional: ¡Dando candela!

Nos maravillamos al escuchar los ritmos que nos ofrece el mestizaje. Los cuerpos desafían a la mente, y a Platón, para salir de la cárcel estática y comenzar a contonearse, ahora libres. Trance libérrimo, pachanga sin reglas. Pura catarsis, que desemboca inevitablemente en la mayor de las satisfacciones hedonistas.
Hablar de mestizaje en la música no es más que redundar en la esencia de la raza humana. Efectiva etiqueta: y poco más.
La música, como el resto de las artes, en un mundo en el que parece estar todo inventado; es pura transversalidad. Con esta paradoja queremos decir que el verdadero arte puro es arte bastardo. Un contínuo: la acumulación de la intangible riqueza de los diversos hallazgos sonoros del hombre, que (como su propia raza) es multicolor.
Sin embargo, la fusión no florece si no le llega la sabia de las raíces. Raíces que hoy (mayoritariamente) se hallan ocultas en el sustrato de una sociedad que se esfuerza en mirar a territorios y ambientes distintos, recorriendo un complejo y largo trecho desde las ramas hasta las raíces.
Pese a las dificultades, el mestizaje es ejemplo de otro tipo de crecimiento que está muy cercano a la génesis, pues además de acoger otros sonidos (compartiendo el tallo germinal de otras culturas) genera un producto nuevo, mágico, fruto de las pasiones irrefrenables que provocan las flores de lo exótico en la cercanía.
El candil es un ejemplo de estas maravillas que podemos disfrutar. En realidad, el candil se utilizaba, en tierras andaluzas y extremeñas, para alumbrar las fantasías que se reprimían en el día a día debido a los rigores de una sociedad obligada a mostrar una apariencia decorosa y casta. Tan falsa como el reflejo de las charcas en el barro.
Las noches de invierno eran ideales para juntarse al aire libre e iniciar el rito comunal de la unión. Rito iniciado con la invitación al baile y refrendado en su transcurso con abrazos que eran avisados con llamadas al orden, atendidas o ignoradas, a conveniencia de los implicados. Cuando el ritmo hacía subir la temperatura ambiental el hipnotismo en los danzantes llegaba a un clímax que era enaltecido con un golpe que apagaba el candil.
Las tinieblas precedían a la algarabía y cobijaban esas pequeñas licencias en una sociedad que se negaba a ver la pasión.
Acaso uno de los grupos más aventajados en interpretar sonidos mestizos son Los Niños de Los Ojos Rojos, magnífica banda extremeña que está en lo más alto de la depauperada escena musical española a base de enriquecer sonidos balcánicos con celtas, rockeros, ska, raperos y joteños. Mezcla muy rica que, durante el transcurso de la canción, genera el ancestral embrujo que provocaban las coplas del pasado.
Con ustedes regresa el trance primigenio de las músicas y los bailes.


                                                                 


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