Un nuevo día oscurece, y con él nuestras débiles almas se desvanecen.
Con ustedes, emitiendo, Radio Vampiro Internacional.
En la vasta influencia y creatividad que caracteriza a la música negra americana, el jazz ha jugado un papel fundamental. Como apuntamos en su día existen, en esta bonita vida que padecemos, paradojas mágicas:
El jazz, la más libre de las músicas, fue creada por los esclavos negros de las plantaciones de algodón del Sur de EEUU y de él, como una especie de catarsis liberadora, emergió toda la música moderna.
La palabra que mejor lo define es la improvisación: no se sigue una lectura fiel de las partituros y la melodía fluye libre entre ciertas estructuras armónicas, priorizando más al intérprete que a la composición.
Por lo tanto, la esencia, tanto estilítica como existencial (política) del jazz es la libertad.
Sucede hoy, que el jazz ha sido extrañado a sí mismo. Se ha cosificado. Se le ha separado de su razón de ser. En sus orígenes, como apunta magistral Eduardo Galeano:
"Las bandas de los burdeles tocaban toda la noche sin parar, en balcones que les ponían a salvo de golpes y puñaladas cuando se armaba la gorda(...) (...) Louis Amstrong es nieto de esclavos, como el jazz, y ha sido criado, como el jazz, en los puteros"
Hoy, en cambio, ya no es la música del pueblo oprimido que se interpreta en sucios antros de lenocinio. En nuestros días es muy del gusto de la caspa intelectualoide de la próspera clase media-alta, y se interpreta en teatros aristocráticos y en locales de "alto diseño". Se ha convertido en música canónica, de la minoría, y en sinónimo de estilo, seriedad y buen gusto. Se ha vuelto blanquecino, pálido, muy bien representado por Diana Krall, y sus malnacidos grammys.
Asímismo, en su momento, esta nueva música loca fue una auténtica revolución que desafió al puritanismo blanco, del colono esclavista inglés, con movimientos imposibles de cadera y aspavientos incomprensibles para una generación dominada por una férrea moral. Con los años se fue convirtiendo en un estandarte de protesta y rebelión. Plataforma incontestable de acción social y soporte del movimiento de liberación negra de EEUU(1960-1975) contra el racismo y el segregacionismo del apartheid.
Entre los artistas que jugaron este importante papel, para la historia de la defensa de los derechos humanos,
se encuentra nuestra artista de hoy: Abbey Lincoln.
Abbey Lincoln, aparte de ser una suprema belleza negra, fue un maldito grano en el culo para el FBI. Rebelde y combativa, impuso a sus canciones una intensidad emocional inaudita. Antológica es la suite, compuesta junto al excelente baterista Max Roach, "We Insist!; Freedom Now Suit", de 1960, convertida en leitmotiv y exasperado grito de libertad para toda una generación marginada e influenciada por el Black Power, patente desde la misma portada donde aparece un camarero blanco mirando desafiante a tres clientes negros.
Al contrario que algunos músicos negros coetáneos, el primer Ray Charles o el mismísimo James Brown (mas preocupados por el éxito comercial que por el devenir de su comunidad), luchó contra viento y marea para defender sus ideas. Hasta tal punto que se vio obligada (debido a las presiones y a la censura gubernamentales) a abandonar la escena musical, a lo que respondió con un compromiso total con la candente escena política de su comunidad.
Abbey Lincoln, la artista total: poeta, dramaturgo, actriz, jazzwoman... murió hace escasos seis meses.
En Radio Vampiro estamos seguros de que en el vacío se encuentra sin descansar en paz. Seguirá luchando con su sabiduría por un mundo más justo.
Cantando a los niños muertos sus magníficas canciones, e ilustrándoles sobre lo que debería ser la vida.
Este programa va dedicado a su memoria.
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